martes, 16 de septiembre de 2014

Rumia y repasa

¡Zas! Un ruido y me sorprendo a mí misma rumiando las entrañas de lo que fue, de lo que no fue y de lo que pudo haber sido.
Y así paso las tardes de lluvia, las conversaciones insípidas con gente trivial, las notas de mi música; rumiando y repasando
 Oliendo aromas que ahora ambientan otras calles, otras gentes, otros cómos y porqués. Jugando a atrapar recuerdos que se visten de fantasma y me apuñalan cada suspiro. Aunque probablemente sea yo misma quien coja el arma blanca y me abra las heridas de ese amor prohibido, de ese dónde ya tan lejos, de ese qué inolvidable y de ese quién que ya nunca volverá. Heridas que nunca cicatrizan, o que, visto de otro modo, siempre mantengo frescas y vivas.
Frescas y vivas las cenizas de quién he sido, de los días que un día brillaban pero ya se han consumido. Como la cerilla que prendió mi mundo, como el Sol que me sonrió, como los pedazos de lo que un día fue mi realidad y que hoy flotan ahí, en mi mente, en mi alma, en ese extraño rincón de mi interior que tanto me gusta investigar, y observar, y cuidar. Y mimar. Y pensar.
Me gusta pensar los recuerdos, pensar mis sueños, mis lágrimas, mis pasos, mis experiencias, mis huellas, mi familia, mis amigos, mis chicos. Me gusta, me emociona, me divierte recrearme en el magnífico placer de saber quién soy y cómo he llegado a ser ésta que, un cotidiano martes 16 de septiembre (ya miércoles), decide confesar el miedo que le da que un día, cuando vaya a rumiar y a repasar, se le hayan gastado sus más bonitos y desgarradores recuerdos de tanto pensarlos.
Pues sin ellos, no soy nada.

Inés.